LA ENEMISTAD ENTRE ESCUELA Y LECTURA
Carlos Aldana Mendozacarlosaldanam@gmail.com
Entre escuela y lectura hay enemistad, porque no existe una costumbre generalizada entre los guatemaltecos.Se diga lo que se diga. Aunque aparezca en las distintas aseveraciones curriculares, y sea en ellas donde mucha gente tendrá sus únicas experiencias de lectura. Y aun frente al ejemplo de honrosas excepciones institucionales y de docentes entregados. A pesar de todo esto, existe una enemistad histórica muy seria entre la escuela y la lectura.Cuatro han sido las funciones principales de la actividad lectora: adoctrinar, informar, formar y entretener. Esta última, la que permite vínculos afectivos y enamorados entre persona y lectura, es la que menos se ha propiciado o impulsado en las estructuras escolares. Se lee forzadamente; se lee lo que importa o interesa a los adultos; se lee lo que ellos consideran apto, adecuado, importante. Se lee para cumplir y ganar clases.Pero no se lee para gozarse de lo que es capaz la creatividad humana. No se lee para sentirnos conectados con un mundo tan vasto y amplio, no reducido a lo que tenemos cerca, ni a lo que conocemos, ni a lo que podemos presenciar. No se lee para descubrir que la imaginación, la conexión emocional y racional con la realidad, es posible gracias a esas líneas llenas de letras y palabras, que no son sólo eso: son vínculos, son lazos, son puentes, son significados nuevos.La enemistad se encuentra en el hecho de que al abandonar el sentido recreativo, lúdico y libre de la lectura (para privilegiar la información, la supuesta formación y para imponer visiones del mundo), se ha venido creando un profundo rechazo de niños, niñas y jóvenes a la práctica íntima de convivir con un libro (aunque el formato puede empezar a ser digital en los próximos años).Al ser impuesta o al no permitirle a la y/o al joven lector que pueda escoger sus propias lecturas, el aprendizaje más serio es el del rechazo. ¿Qué ser humano, intelectual y emocionalmente sano, no siente rechazo ante las imposiciones que atentan contra su dignidad y capacidad de protagonizar sus propios actos? Casi puede afirmarse, sin mucho espanto, que la práctica y costumbre escolar frente a la lectura han hecho mucho más daño que beneficio a la hora de crear un país de lectores. Allí se aprende a leer mecánicamente, pero no a leer apasionadamente.Entre la escuela y la lectura hay enemistad, porque no existe una costumbre generalizada, una visión técnica, de alegría, de libertad, de escoger los temas, de encontrarle sentido a la lectura, de leer para gozar. Y por eso, en un mundo tan visual como el que nos toca presenciar, no resulta extraño que ya estén dadas las condiciones para seguir profundizando la pérdida de desarrollo cultural de nuestras jóvenes generaciones (a las que, irónicamente, culpamos siempre de su baja calidad académica).Saludamos, entonces, que un evento tan extraordinario como Filgua 2009, que estos días ocupa espacio en la sociedad guatemalteca, puede significar un impulso para la lectura libre y feliz, la lectura como práctica de liberación. Aunque en la escuela nos obligaran a leer libros que no nos decían nada, que no nos tocaban las fibras íntimas, que no nos hacían llorar o reír hasta reventar. Necesitamos que nuestras jóvenes generaciones lean mucho. Pero que lean para vivir, para que después puedan vivir para leer.
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